Definir la felicidad es tarea compleja, ya que si preguntamos qué es felicidad, encontraremos que cada uno de nosotros tiene una manera de definirla muy diferente. Independientemente de la definición que se tenga, todos coincidimos en que queremos ser felices. La búsqueda y el disfrute de la felicidad se convierten en el propósito de vida, de manera que si no somos felices, entonces, qué hacemos en este mundo?, me pregunto.
El dilema es pensar si será la felicidad el principal camino para llegar a ser lo que queremos, o por el contrario, lo que somos nos lleva a la felicidad. La verdad es que no lo sé, pero lo que sí sé, es que si nos quedamos sentados y no hacemos nada por conseguir la felicidad, ella nunca llegará.
Será la felicidad una necesidad del ser humano, o tal vez solo una alternativa?. Son preguntas que me surgen ahora que he tenido la feliz oportunidad de volver a vivir los Carnavales de la ciudad de Barranquilla, en el Caribe Colombiano. A gritos se siente que su gente ha optado definitivamente por ver la felicidad como una razón de ser.
Se ve en los barranquilleros una actitud de vivir siempre el presente. Pareciera que no se ponen a pensar en el pasado, en esas cosas malas que les generen ansiedad o dolor. Tienen la capacidad de vivir siempre el hoy y el ahora, demandando alegría y felicidad.
La obligación de vivir felices ha permitido que el Carnaval se transforme en una expresión del ser social. Son cuatros días en donde se desata todo esa fuerza existencial y se rompen los frenos inhibitorios, transformándose en energía vital. Son pocos días que resumen toda la vida, de manera que una vez termina el Carnaval, se comienza a preparar el próximo, se vive en un Carnaval perpetuo.
La música, los desfiles, disfraces, orquestas, y verbenas, resumen la experiencia única en donde se rompen toda clase de convencionalismos, de barreras y ritualidades y lo único permitido es alcanzar la felicidad.
El barranquillero vive siempre en carnavales, persiguiendo la felicidad, viviendo siempre intensamente. Se dedica mucho tiempo en actividades propias de la preparación del próximo Carnaval, se ahorra dinero, se cosen las ropas, se arreglan los disfraces, se practican las comparsas y en fin, todo el año se prepara el siguiente Carnaval. En suma, la felicidad es el eje de su vida. Todo eso me parece maravilloso, ya que a la vida hay que ayudarle para poder vivir mejor.
No creo que los barranquilleros se transformen en los cuatro días de Carnaval, mas bien ellos han venido transformado su Carnaval, con su actitud y su forma de ver la vida. Se aceptan como son, son informales, sin reatos, francos y abiertos. Su tolerancia les permite vivir como si la vida fuera una fantasía, y la fiesta un Carnaval de vida.
La vida diaria en Barranquilla, podría decir, es un espectáculo de alegría y espontaneidad, reflejando lo que es su gente, con personalidad desenfadada y su forma de ver la vida. Diría que los barranquilleros son de las personas mas felices de nuestro querido país Colombia. Y viven esta felicidad a pesar de todos los problemas sociales que les aquejan, ellos son personas especiales que les dan la bienvenido al extranjero y allí nadie se siente forastero. Conservan un carisma de forma natural, que hace que cualquier persona cuando venga de otros lares se sientan a gusto, y después no se quiera ir.
Gracias a los cabildos, mandingas, carabalíes, congos o minas de negros que hubo en el Caribe colombiano, se hizo posible que crecieran las celebraciones que trajeron los europeos. Con el pasar de los años, los carnavales cedieron ante las fiestas de la Candelaria y las Fiestas del Once de Noviembre, en Cartagena, y luego se reflejaron en Barranquilla.
Me encantan los disfraces más tradicionales del Carnaval de Barranquilla como la Marimonda, el Garabato, el Congo y el Monocuco, como también las máscaras de torito, las letanías, las verbenas.
Después de muchos años he tenido nuevamente la posibilidad de participar en el Carnaval de Barranquilla, la que ha sido una buena oportunidad para ratificar las características de personalidad de su bella gente. Confirmando, una vez mas, que son de los mejores seres humanos a nivel mundial. Si ellos son alegres y desinhibidos en su cotidiano vivir, pueden imaginarse cómo es su comportamiento en esos días de carnaval. Son personas felices y pueden aceptar al otro y a cualquiera con facilidad. Gozan la vida, viendo cómo los demás igualmente lo hacen.
Con lo anterior no quiero decir que ellos sean solo fiesta y folclor, ellos igualmente se ganan la vida trabajando fuertemente, pero lo hacen de forma diferente, con alegría y felicidad, de manera que la ciudad se desarrolla a marchas aceleradas. En Barranquilla la gente está de acuerdo con que algo debe uno hacer, para que la vida fluya con mas tranquilidad, y lo consiguen con su personalidad desenfadada, característica de personalidad de aquellos a quienes les gusta vivir y dejar vivir. Por eso el lema oficial del Carnaval es “quien lo vive es quien lo goza”.
Mi país y el mundo serían muy diferentes si viviéramos con la frescura, la alegría y la felicidad propia de los barranquilleros, así como vivieron mis ancestros caribes, disfrutando la fiesta de la vida, como si fuera el último día de Carnaval.
Bogotá, D.C., febrero de 2017.
(Las Imagenes y videos son propiedad de El carnaval de Baranquilla)